No tengas Miedo a la Comunicación
Cuando una relación comienza, las diferencias que lógicamente existen, (ya que no hay dos personas iguales), apenas se perciben, o no les damos importancia. Es por todos sabido, que cuando alguien se enamora de otra persona, maximizamos lo que nos une e infravaloramos lo que nos separa. Quizás esa sea la fórmula para que “el enganche inicial se dé”.
Con el paso de los meses, y años, nuestra “euforia” inicial se va relajando, y fruto de roces tales como la convivencia, los intereses propios, objetivos, amigos, la gestión del tiempo, la necesidad de tener tiempo para uno.. hacen que estas pequeñas diferencias afloren, y empecemos realmente a conocer a la persona con la que hemos decidido pasar nuestra vida.
El cómo enfocar este momento es vital en el devenir de la relación, puesto que, si aquello que vemos que no nos gusta, o no encaja con el modelo de persona que hemos interiorizado (idealizado), nos lo callamos, podemos empezar una escalada de resentimientos y pensamientos negativos que nos predispongan negativamente hacia el otro.
Si por el contrario, exponemos nuestras dudas, nuestra sorpresa y confusión por lo que vemos del otro, estaremos estableciendo unas buenas bases de aceptación y compromiso con la pareja.

Hacernos preguntas, e intentar encajar en el modelo de relación que teníamos aquellas conductas que no encajan, es saludable y recomendable. Al fin y al cabo, no existe la relación perfecta, ni la persona que encaje al 100% (mito de la media naranja) con lo que, hablar y desarrollar una comunicación respetuosa y constructiva es más deseable en estos casos.
Todas y todos los que vivimos en pareja o hemos tenido alguna relación, entendemos lo difícil que a veces resulta plantear temas con los que nos sentimos incómodos, incluso a veces llegando a pensar que “son cosas nuestras” y que en realidad somos unos/unas egoístas por hablar de algo que sólo nos molesta a nosotros/as.
Tras muchos años de experiencia en el ámbito de la terapia de pareja, he podido comprobar el amplio desgaste que se produce en una pareja que no ha compartido aquello que no entiende del otro, llegando a acumular muchas situaciones a las que no logran darle sentido, surgiendo como consecuencia el “rencor” hacia el otro.
Es más frecuente esperar que el otro/a adivine lo que nos pasa, se dé cuenta de lo que hace mal, “hasta un ciego lo ve”, y como consecuencia lo cambie.
Esta espera a que el otro se dé cuenta de lo que nos parece mal, suele eternizarse en el tiempo, ya que la otra persona es más probable que ni se haya dado cuenta de que hay algo en su comportamiento que no nos gusta.
Es por ello esencial, como apunto antes, hablar y practicar la comunicación asertiva desde el primer momento, ya que la probabilidad de solución es mayor si no existen rencores, y todo está a nuestro favor para que se solucione
¿Cuál es la estrategia más efectiva para que la conversación llegue a buen puerto?
En primer lugar, es importante que cada uno haga un examen cuidadoso de qué es lo que realmente está molestando, e intentar averiguar el porqué.
Cuestiones cómo si realmente esto que ha pasado me ha molestado o es fruto de un miedo o una inseguridad mía.
Por ejemplo: “Mi pareja habla mucho de un compañero o compañera de trabajo, quiero que deje de hacerlo”
En este caso, muy frecuente en las consultas, debemos nosotros/as mismos analizar con objetividad si hay motivos para la preocupación o esta situación me despierta miedos e inseguridades propias de mi mismo/a.
Si tras una reflexión tranquila, llegamos a la conclusión de que es fruto de nuestras inseguridades podemos plantear dos opciones: 1) intentar gestionarlo por nuestra cuenta 2) compartir nuestros miedos con la otra persona, para que nos ayude a objetivar la situación.
Si por el contrario, y tras una ardua reflexión, consideramos vital una cambio por parte de la otra persona, debemos hablar y comentar lo que está sucediendo.
¿Cómo sería la forma más asertiva de llevarla a cabo?
- Elegir el momento adecuado. No es recomendable tratar un asunto que es más que probable molestará al otro, en el entorno de una discusión. La otra persona considerará lo que expones como un juicio o crítica, y el asunto se volverá contra ti. La fórmula adecuada pasa por evitar etiquetas como… “eres un egoísta por…, o nunca me escuchas” Huyamos de las etiquetas y generalizaciones, y planteemos el problema en el aquí y ahora, y siempre en un buen momento, un momento distendido como puede ser un paseo o una cena tranquila, obvio decir que si hay niños/as e casa debéis escoger un momento de intimidad en el que nadie pueda escuchar ni interrumpir.
- Plantear una solución a lo que nos preocupa. Una vez que hemos trasladado a la otra persona nuestra inquietud acerca del tema que nos preocupa, es bueno proponer alternativas. Por ejemplo, y retomando el ejemplo anterior podemos buscar una solución planteando algo así como “qué tal si dedicamos todos los días un ratito a hablar de nuestras cosas?”
- Hablar en primera persona. Es importante hablar siempre desde un punto de vista propio y nuestro. Plantear cómo me siento yo, sin entrar en etiquetas ni ataques personales, y siempre aludiendo al presente, no al pasado ni anticipando el futuro. Algo así como “ Me siento muy frustrado/a o rabioso/a cuando te pregunto algo y no me contestas.
No pasa nada, ni es signo de incompatibilidad el que aparezcan discusiones y malos entendidos, eso forma parte de la convivencia, lo importante es tener claro cómo afrontarlos y donde está el límite.
Lograr un equilibrio perfecto en una relación es algo mucho más complicado de lo que parece en un principio. No es tarea imposible eso sí, y si ponemos trabajo y empeño en encauzarla con diálogo, respeto y cariño lograremos que nuestro proyecto funcione.
Carla Sáenz de Miera
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